Sobre "Del campo al plato"​

Nuestro enfoque 

Las actividades del proyecto tienen lugar en dos países: Costa Rica y República Dominicana. En ambos países se apoya la integración de la conservación, la protección del capital natural y la valoración de servicios ecosistémicos en las cadenas de valor del banano y la piña, incrementando la sostenibilidad en la producción a través de medidas responsables con la biodiversidad.

Del Campo al Plato promueve la participación de actores clave a lo largo de las cadenas de valor, entre ellos, propietarios y gerentes de plantaciones, organizaciones de estándares y/o certificaciones de calidad y sostenibilidad, exportadores, importadores y comerciantes, centros de enseñanza agrícola, así como consumidores finales.

Desafíos

A nivel mundial, alrededor del 40% de la superficie del planeta es utilizada con fines agrícolas. Según la FAO, la agricultura es responsable del 70% de la pérdida de biodiversidad, situación que afecta sobre todo a los países en vías de desarrollo, en donde el 72% de las especies de flora y fauna están en peligro debido a la agricultura.

La degradación de los ecosistemas y la consecuente pérdida del hábitat de muchos animales, plantas y microorganismos son especialmente dramáticas en las regiones donde los cultivos agrícolas se siembran en sistemas de producción de monocultivo.

Ambos cultivos tienen una alta demanda en la Unión Europea (UE), particularmente en Alemania. Entre los mayores exportadores al mercado de la UE en 2015 figuraron Costa Rica (940,000 toneladas) y República Dominicana (330,000 toneladas). Los tres países importadores más importantes fueron Bélgica, el Reino Unido y en tercer lugar Alemania (698,000 toneladas).

El banano y la piña son los principales productos agrícolas de exportación de Costa Rica; conjuntamente, ocupan casi 90,000 hectáreas del territorio.

En República Dominicana alrededor del 49% de la superficie del país, de 48,000 kilómetros cuadrados, es utilizado para fines agrícolas.

La compatibilidad entre una agricultura altamente productiva y la conservación de la biodiversidad es posible e indispensable para garantizar, por un lado, un suministro seguro de alimentos, y por otro, la protección de la diversidad de ecosistemas y especies.